Unas galletas de Comunión.

  Ya os comenté que no suelo aceptar encargos, a no ser que me lo pida alguien de confianza, y éste era el caso. La niña de una compañera hace la  Primera Comunión esta semana y le gustó tanto el centro de galletas de San Valentín que hice para el escaparate de otro compi que inmediatamente me pidió que le prepara unas para su hija, así podría variar y no regarlar a los niños que asistirían las mismas chuches de siempre.



 Estuvimos viendo muchos modelos, y al final y contando con los gustos de la protagonista, se decidió que serían de muñequitas de Comunión y con su pelito moreno como la homenajeada.

  Le di unas cuantas vueltas a la cabeza sobre si hacerlas con fondant o con glasa, al final y pensando que no eran para mí, opté por no arriesgar y hacerlas con el fondant, que se me da mucho mejor.

  Antes de conocer la decisión de la pequeña me encontré con un cortador de niña y aún sin saber si lo necesitaría, no me pude resistir, es que se veía allí tan mono, tampoco era imprescindible porque podía haber dibujado la silueta en un cartón o hacer el molde con una bandeja de aluminio, pero es que se me metió pos los ojos y lo eché a la cesta.

  Ahora me tocaba pensar en cómo la decoraría y creí que la mejor manera era ésta, al menos a mí se me antonjó que era la más bonita. No hay tanta variedad de galletas de este tipo de fondant en la red para inspirarse un poquito, así que fui imaginando un poco el resultado en mi cabeza antes de ponerme manos a la obra.

  Y ala, ya todo pensado, me arremangué y comencé a hornear mis galletitas. La receta sin pensarla, la de galletas sin huevo, se coservan tan bien que es  para mí la mejor opción en estos casos.

  Masa hecha y cortador en mano, esta vez también les puse palito de brocheta, en plan cookie-pop, para poder colocarlas como un centro.

  Procuré que cada galleta tuviera su particularidad, siempre que puedo, procuro mantener esa singularidad en cada una. Me gusta esa sensación de que ninguna es igual que otra, de que cada una contiene su detalle que la hace única, pensaréis que es una tontería, pero creo que resulta encantador percibir que cada galleta está hecha de una forma especial y diferente.

  Y creo que a la persona que lo recibe le gusta este detalle, como podéis ver no se trata de grandes transformaciones entre ellas, sino sólo de pequeños elementos, como poner las florecitas en un tono u otro, o disponerlas de diferente nabera sobre la galleta.

  No quería que a Lucía le faltara un detallito en sus galletas, así que además de envolverlas en sus bolsitas de celofán con mucho cariño, le puse sus etiquetitas que dieran fe del gran acontecimiento.

 La elaboración es la de siempre, de todas formas no os quiero privar de un paso a paso. Recortamos nuestra masa tras estirarla con nuestro cortador de muñequita, ensartamos nuestro palo de brocheta y al horno unos minutitos:

  En este caso preferí empezar con las caritas. Para ello me busqué una boquilla que tuviera el diámetro perfecto:

  Y con nuestro pegamento comestible la pegamos:

  Y ahora toca ponerle los detallitos, comenzamos con la boquita:

 
  Le ponemos sus coloretes de una forma muy sencillita, nos pintamos la punta de la yema del dedo con un rotu comestible rojo y con el dedo le damos un poco de color a los mofletitos:

  Le pintamos los ojitos con otro rotu negro:

  Quedan los pelitos para rematar la faena:

  Empecemos con el vestidito utilizando el mismo cortador de las galletas:

  Le recortamos lo que nos sobra:

 
  La colocamos nuestro vestidito:

  Y a añadirle los detallitos que prefiramos:

  Una vez hecho todo esto, las envolvemos y las disponemos de la forme que más nos convenza.

  Espero que el día de su Comunión Lucía las disfrute tanto repartiéndolas entre sus familiares y amigos, al menos casi  tanto como yo he disfrutado haciéndolas.